Recientemente fue publicado el Informe sobre la desigualdad global 2022[1], elaborado por el Laboratorio Mundial de Desigualdad, en el que se presenta un resumen de los esfuerzos de investigación internacional enfocados en el estudio de las desigualdades sociales. Dentro de los múltiples hallazgos, se destacan seis:
El informe también reitera que la desigualdad es una opción y decisión política porque la desigualdad no es inevitable ni natural. Esto quiere decir que, si la desigualdad existe, e incluso aumenta en algunas sociedades, es porque los estilos de crecimiento económico y los mecanismos para la redistribución de la riqueza (el mercado de trabajo y la política fiscal) están diseñados, como en el caso de Centroamérica, para mimar a los más ricos mientras pisan y asfixian a las mayorías más pobres.
La realidad sobre las desigualdades revela que las élites políticas y económicas llevan mucho tiempo cargando los dados para que, en épocas de crisis o de bonanza, siempre ganen los más ricos. Para ello se han acompañado del neoliberalismo que, como instrumento de política y como relato hegemónico, justifica las desigualdades al tiempo en que impulsa el desmantelamiento de la organización de los trabajadores, de la protección social, de la progresividad de los impuestos y otras herramientas de redistribución de la riqueza, mientras elimina barreras al capital para que use a las personas y al medio ambiente a su antojo.
En la medida en que las desigualdades aumentan, en esa medida va incrementándose el desencanto con la vida en sociedad y la democracia misma. El filósofo francés, Pascal Bruckner, al hablar del estilo de sociedad contemporánea explica que «[…] hay diferencias positivas que estimulan la iniciativa, pero hay demasiadas desigualdades frustrantes, sentidas como inamovibles», y reconoce que «[…] para las naciones y los individuos es esencial que nadie ocupe de manera permanente la primera posición, que los dados se relancen para continuar la partida —a ello contribuyen, entre otras cosas, el sistema impositivo y legal—. Una democracia no puede mantener durante mucho tiempo un abismo entre sus principios y sus actos».
Las desigualdades, además de debilitar el crecimiento económico y el empleo, depauperan a las mayorías y contribuyen a la destrucción del ambiente natural. Asimismo, al fomentar sociedades obscenamente corrompidas por los ricos —y los gobiernos que actúan como sus mayordomos— con el fin de beneficiarse a sí mismos a costa del resto de la población, debilitan los ánimos sociales necesarios para enfrentar colectivamente los problemas actuales y abren la puerta a dictaduras que se autojustifican como la mejor respuesta frente a la desesperación de las mayorías y la codicia de unos pocos cada vez más reconocibles.
Romper el peligroso círculo de las desigualdades es urgente y requiere medidas estructurales que pongan punto final al neoliberalismo. Es vital la inversión en las personas y en el desarrollo sostenible: esfuerzos universalistas en educación, capacitación, salud, protección social y vivienda (muchos de ellos incluidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible), así como inversiones estratégicas para la innovación y transformación productiva, infraestructura social y económica y programas para proteger y rescatar el ambiente natural. Por otro lado, mejoras ostensibles en el mercado laboral, creando mayor demanda de trabajadores reduciendo horas de trabajo y consiguiendo mejoras en el salario real, así como proveyendo garantías de ingreso mínimo para todas las personas. Finalmente, toca reequilibrar las responsabilidades de los más ricos y de sus empresas, en materia tributaria: un impuesto sobre la renta más progresivo, un impuesto a las grandes fortunas (ingresos anuales de más de US1.0 millón) y otro al consumo de lujo, así como la eliminación de privilegios y paraísos fiscales y una mayor regulación para evitar la evasión de impuestos y la corrupción en la relación de actores privados con funcionarios. Las administraciones públicas también deben contar con sistemas nacionales de planificación del desarrollo con base en resultados, evaluación de impacto y transparencia. Lo que hay por hacer es mucho y requiere de un cambio en la correlación de fuerzas políticas que ha estado dominando el mundo en los últimos cuarenta años, pero estas modificaciones, en concreto, otorgan la única posibilidad de pensar en que el futuro puede ser un espacio con menos violencia, menos desastres naturales, más gobernabilidad democrática y menos incertidumbre para las mayorías.
[1] https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/WorldInequalityReport2022_Full_Report.pdf
Jonathan Menkos Zeissig
Director ejecutivo, Icefi
@icefi @jmenkos
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El Informe sobre la Desigualdad Global 2022 destaca cómo las políticas económicas han aumentado la brecha entre ricos y pobres, favoreciendo a las élites y perpetuando la concentración de la riqueza.