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El empresariado que Centroamérica necesita

Aunque no tan poderoso como lo fue décadas atrás, el empresariado centroamericano continúa siendo un estamento importante con una responsabilidad enorme.

La historia nos enseña que las dictaduras y los gobiernos autoritarios abren tentadoras oportunidades para que empresarios oportunistas y proclives a pragmatismos inescrupulosos busquen beneficiarse de manera egoísta, obteniendo ganancias extraordinarias al lucrar de la desgracia y de las necesidades de los pueblos oprimidos. Estos malos empresarios son los que apoyan a las dictaduras, de todo tipo, de izquierda y de derecha, y en buena medida por ellos es que continúan surgiendo, creciendo y prevaleciendo.

Centroamérica está sufriendo retrocesos políticos muy serios. La democracia incipiente que se logró con los procesos de paz que pusieron fin a la guerra y el genocidio en la región, hoy está deformada en regímenes electos, pero que no garantizan las libertades ni los derechos fundamentales. Con la dictadura de Daniel Ortega, seguramente Nicaragua es el país con el deterioro más severo, con crímenes recientes como encarcelar a los candidatos opositores, cerrar organizaciones no gubernamentales, centros de pensamiento, y ahora, hasta las universidades.

También el retroceso democrático en El Salvador es muy preocupante, con los caprichos exóticos de Nayib Bukele, y un culto a la personalidad y un narcisismo político que, en una democracia madura y seria, sólo sería una caricatura ridícula de los peores dictadores del siglo XX. Pero los desaciertos de Bukele son muy reales y serios, ya se reflejan en indicadores alarmantes, como el desplome de las calificaciones de riesgo país y otros que no tienen nada de caricatura. Guatemala no se queda atrás, con esa vocación autoritaria y antidemocrática del presidente Alejandro Giammattei, quizá menos extravagante que Bukele, pero igualmente siniestro, está liderando un gravísimo proceso de concentración de poder y captura del sistema de justicia.

Por su parte, Honduras ya siente un golpe de realidad, en el que una victoria electoral claramente es un logro necesario, pero insuficiente para reencauzar a un país en la senda del desarrollo democrático legítimo y funcional. Sin haber transcurrido siquiera un mes de la toma de posesión de la presidenta Xiomara Castro, una crisis política mayúscula se ha producido con la división de la representación del partido oficial en el Congreso Nacional, acaso solo un indicador menor de la gravedad del deterioro en Honduras. Costa Rica, siempre reconocida como el país democráticamente más avanzado de la región, no se queda atrás en la gravedad de los retrocesos, y los resultados del proceso electoral en marcha apuntan más a parecerse a sus vecinos del norte de la región, que a distanciarse de ellos haciendo gala de su fama de país democrático.

Solucionar estos problemas es un desafío enorme que exige la participación activa de todos los sectores sociales. En particular, la participación de los que constituyen estamentos poderosos como el empresariado organizado. Pero, ¿qué tipo de empresario son los que se requieren para contribuir a recuperar la democratización legítima de Centroamérica?

Quizá el principal rasgo del empresariado que urge en Centroamérica es uno muy simple, la honestidad más sencilla y directa. Que sea evidente e incuestionable la diferencia entre el empresariado organizado y las mafias criminales. Suena trivial, pero la realidad es que ese es un ideal que, para muchos, raya en la ingenuidad.

Centroamérica está plagada de empresarios que bailan a la perfección el tango de la corrupción, que son los corruptores que se entienden con los funcionarios corruptos. Son los empresarios que como contratistas o proveedores del Estado medran del erario público con sobornos, sobreprecios, licitaciones amañadas y toda la variedad de delitos asociados a actos de corrupción.

Están además los empresarios cuyos negocios no sobrevivirían en mercados funcionales y competitivos, por lo que procuran constantemente privilegios o ejercen prácticas monopólicas, haciendo todo lo contrario a su discurso de libertad y competitividad. A la par de estos, están los evasores de impuestos, los defraudadores del fisco y los que comercian con bienes contrabandeados. De una calaña particularmente deleznable, destacan los explotadores de sus trabajadores, que lucran pagando salarios de hambre y violando sistemáticamente los derechos laborales.

Una necesidad común a estos malos empresarios, es la necesidad de acceder, influenciar, o idealmente, capturar el poder del Estado, para asegurarse impunidad por los delitos que cometen y continuar granjeándose privilegios. Un mecanismo típico para este propósito es el financiamiento electoral ilícito, que ha generado y enraizado un círculo vicioso destructivo: financiar la campaña electoral de un partido político o de un candidato, para que, una vez electo y en el poder, recuperar la «inversión» con privilegios, la adjudicación amañada de contratos o decisiones judiciales favorables a sus intereses.

Este círculo vicioso entre financiamiento electoral espurio como «inversión» a recuperar vía ganancias espurias vía privilegios, impunidad o robo de recursos públicos, operado por empresarios deshonestos es uno de los principales factores detrás del retroceso y el deterioro tan agudo de las democracias centroamericanas. Destruir así las democracias ha probado ser un negocio ilícito altamente lucrativo, y con niveles excesivos de impunidad, además, muy seguro, ya que la probabilidad de ser juzgado y condenado por estos delitos, es excesivamente baja.

Por supuesto, los malos empresarios no son los únicos actores o sectores clave en la operación de este círculo vicioso. Pero el punto es que, sin ellos, ese círculo vicioso no existiría ni funcionaría como lo hace hoy.

Entonces, un elemento clave para romper este círculo vicioso que está diezmando las democracias centroamericanas es el fortalecimiento de un empresariado honesto y verdaderamente interesado y comprometido por el desarrollo de su país. Son empresarios dispuestos a rechazar de tajo la tentación de lucrar de la ilegalidad y la corrupción, que entienden que pagar impuestos tiene un valor democrático comparable con el voto libre. Emprendedores de verdad que saben competir limpiamente, y que no necesitan recurrir a pagar un soborno para granjearse un privilegio al que los demás no podrán acceder.

¿Hay en Centroamérica empresarios así, de verdad? Seguro sí, pero hace falta que asuman activamente su compromiso con la democracia, se posicionen y consoliden como estamento relevante.

Ricardo Barrientos
Economista senior y Coordinador del área de Acción política del ICEFI

One Reply to “El empresariado que Centroamérica necesita

  1. build now gg dice:

    In my opinion, the decline of democracy in Central America is concerning. The business community has the power to influence the political landscape.

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