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Región en Blanco y Negro

¿El mejor invento? Indiscutiblemente, la lavadora…después de la electricidad, por supuesto

Por Irani Arraiz *

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Imaginen la vida sin acceso a electricidad. Sin televisor, nevera, ¡o lavadora! (¿Alguna vez han tenido que lavar toda la ropa a mano?). Cuando era niña pasaba las vacaciones en el hato de mi abuelo en los llanos de Venezuela, sin acceso a electricidad (debido a la bajísima densidad de población). Me gustaba estar en contacto con la naturaleza, así que no extrañaba para nada la tele. Y me encantaban, sobre todo, las reuniones familiares que hacíamos después de cenar para escuchar historias iluminados por la luna (porque, sin poder ver mucho alrededor, no había otra cosa que hacer sino reunirnos y hablar).

Pero detestaba tener que lavar toda mi ropa a mano (adoro una lavadora, creo que es el mejor invento después de la electricidad). Aunque no había problema, porque sabía que ese estilo de vida era temporal y que de vuelta en casa teníamos la suerte de disfrutar de ciertas comodidades (incluyendo una lavadora).

Sin embargo, para muchas personas en todo el mundo, el no tener acceso a electricidad es una condición permanente. Para ellos, la mayoría de las actividades terminan poco tiempo después de la puesta del sol, están limitados en la forma de conservar sus alimentos (y en el tipo de alimentos que pueden consumir con regularidad), tienen limitado acceso a la información y no tienen mucho tiempo para leer porque su tiempo es consumido por actividades que podrían ser menos tediosas y prolongadas gracias al uso de electricidad. Un ejemplo de ello: la lavadora.

Sin embargo, facilitar el acceso a electricidad a estos hogares no es fácil. Los altos costos de la prestación del servicio en zonas rurales y la limitada capacidad de los hogares para pagar por el servicio hacen que sea difícil atraer inversiones en electrificación rural. Una solución, más barata, es el uso de fuentes off-grid—mini-redes servidas por mini plantas hidroeléctricas o unidades diésel y sistemas fotovoltaicos para hogares o comunidades.

En 2012, el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) apoyó un modelo de negocio de pago por servicio que proporciona acceso a electricidad a través de sistemas fotovoltaicos domiciliares en hogares remotos y pobres de la provincia de Cajamarca, en Perú. Estos hogares no tenía acceso a electricidad y, debido a su limitado poder adquisitivo, estaban dispuestos a pagar por un sistema de 11,5 kilovatios-hora al mes, pero no por un sistema más grande y caro (11,5 kilovatios-hora al mes es suficiente para alimentar algunos bombillos, una radio de bajo consumo de energía, y un televisor durante unas horas al día, pero no más de eso).

Aprovechamos la expansión financiada por el FOMIN para diseñar una evaluación cuasi-experimental (resumen aquí) con la idea de cuantificar el impacto del acceso a electricidad en la calidad de vida de estos hogares (80,8 por ciento vivía por debajo de la línea de pobreza). Lo que encontramos es que todas las familias utilizan la electricidad para la iluminación, pero sólo el 19 por ciento de ellos la utilizan para cargar sus teléfonos celulares (aproximadamente el 50 por ciento de los hogares tiene un teléfono celular), 5 por ciento la utiliza para operar sus televisores, y 4 por ciento para alimentar sus radios (95 por ciento de estos hogares tiene una radio). Entre los resultados encontramos que los niños en hogares con acceso a electricidad pasan más tiempo haciendo sus tarea escolares (9 minutos más por día) y esto se ha traducido en una ventaja en la escuela: una ganancia de 0,38 años de escolaridad para niños en la escuela primaria que han estado expuestos a electricidad por un promedio de dos años y nueve meses. Esta diferencia no puede atribuirse a los años de escolaridad de los padres, a la edad de los niños— estadísticamente la misma—o a la ubicación y disponibilidad de escuelas: el tiempo de traslado a las escuelas y la matrícula es estadísticamente la misma para ambos grupos de niños. Por otra parte, si bien el porcentaje de niños que terminan la escuela primaria es el mismo en ambos grupos, la tasa de matriculación en la escuela secundaria es más alta para los niños con electricidad (11,6 puntos porcentuales).

Si estas diferencias persisten en el tiempo, se espera que los niños en hogares con electricidad sean capaces de generar mayores ingresos en el futuro, y tal vez puedan acceder a una lavadora, que—espero haberlos convencido—es el mejor invento después de la electricidad. Si no me creen, traten de lavar un par de jeans a mano.

Irani Arráiz es Economista de Evaluación Senior del Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo. Tiene un doctorado en economía de la Universidad de Maryland en College Park y un MBA del Instituto de Estudios Superiores de Administración en Caracas, Venezuela. Su trabajo más reciente incluye evaluaciones de impacto de programas destinados a aumentar la competitividad de las PYME en América Latina. Su trabajo actual incluye evaluaciones de impacto de un programa de microfranquicias y un programa para formación de microempresarios que utiliza heurística.


Esta columna fue originalmente publicada en el Blog Desarrollo efectivo del Banco Interamericano de Desarrollo BID.

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