El emprendimiento puede ser percibido como un eficaz instrumento para la movilidad social especialmente para la clase media. Durante décadas los países latinoamericanos se han esforzado en crear una clase media emprendedora, basándose en la suposición de que los valores y las actitudes de esta clase socioeconómica son precisamente los más propicios para la innovación. Sin embargo, parece existir una contradicción, ya que actualmente la mayoría de los emprendedores de la región provienen de una clase social privilegiada.
La creación de una sociedad emprendedora no es una tarea sencilla, especialmente para una región afectada por una tangible y profunda desigualdad social. Ante este escenario vale la pena preguntarnos ¿Es posible que el emprendimiento sea utilizado como una herramienta para la movilidad social? ¿Deben existir políticas públicas para promover el emprendimiento? Si es así, ¿cómo?
Para intentar responder estas preguntas aquí encontrarán cinco cosas que los responsables de las políticas públicas necesitan saber sobre el emprendimiento en América Latina:
El emprendimiento, como lo retrata la cultura pop, sintetiza el ideal del capitalismo competitivo. Las principales innovaciones tecnológicas con potencial de mercado (Google y Facebook) se han llevado a cabo por jóvenes individuos, ambiciosos y bien educados, que operan de forma independiente en empresas de pequeña escala en un entorno altamente competitivo. Pero tomar este modelo e intentar repetirlo en otro contexto, resulta debatible.
Latinoamérica está repleta de “emprendedores por necesidad” quienes tienen que empezar su propio negocio no por gusto, sino porque no encuentran fuentes de trabajo formales. Operan comúnmente en el mercado informal; sus empresas no implican el uso de tecnologías, y el ingreso que reciben como compensación suele ser equivalente a un salario modesto, con mayores riesgos y sin ninguno de los beneficios del sector formal. Las políticas públicas, si están bien diseñadas, deben aspirar a promover sinergias para vincular a las clases de menores recursos en el emprendimiento.
Una vez acordada la necesidad de contar con una política de fomento al emprendimiento que trascienda a las personas de diferentes clases sociales y orígenes étnicos – no sólo entre las élites- resulta importante desarrollar claras directrices y criterios operativos para diseñar y evaluar el tipo de espíritu empresarial desea. Criterios razonables para dicha política empresarial pueden incluir la contribución de la iniciativa privada para la creación de empresas, productividad, innovación, y generación de empleo, así como la movilización de recursos y la orientación exportador.
El estudio “Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?” identifica la creciente importancia que desempeñan las redes de contactos, la familia , los amigos y las instituciones comunitarias en la superación de los obstáculos y para pavimentar el camino de un renovado emprendimiento a todos los niveles sociales . Promover el capital social, facilitar la comunicación y la creación de redes pueden ser mecanismos para superar las posibles desventajas que enfrentan los emprendedores de clase media. En particular, resultan especialmente útiles los contactos globales para crear nuevas empresas dinámicas.
Los trámites y la burocracia son sin duda obstáculos para los emprendedores, pero no son los únicos. Reducir el tiempo y costos de incorporación de nuevos negocios pueden favorecer la creación de nuevas empresas. En varios países de América Latina, el costo de cerrar una empresa suele ser alto, debido precisamente a estrictos procedimientos burocráticos. Los responsables de las políticas públicas, deben tener en cuenta que cuando los costos de salida son altos, la entrada de empresas también es penalizada indirectamente. En suma, lo que dificulta el proceso de creación y cierre de una empresa puede desalentar a los emprendedores.
Existe una indudable necesidad colectiva entre los países latinoamericanos de nivelar el campo de juego para los emprendedores a través de la educación. En otras palabras, las oportunidades para desarrollar cualidades y capacidades emprendedoras mediante el sistema educativo pueden ayudar a compensar las desventajas relacionadas con el origen social.
Sin embargo, el acceso a la educación está fuertemente correlacionado con el nivel socio económico de los estudiantes. Sin una reforma eficaz, el sistema educativo permite perpetuar – en lugar de corregir – desigualdades de ingresos y es poco probable que contribuya a la democratización del emprendimiento. Si se persigue la creación de un espíritu emprendedor a nivel universitario, resulta entonces crucial involucrar a las universidades públicas en este esfuerzo, ya que los estudiantes con orígenes socioeconómicos menos afortunados son por lo general los asisten a las universidades públicas.
Finalmente, más allá del sistema educativo formal, pequeños programas de asistencia empresarial y programas activos del mercado laboral (que pueden o no ser administrados por entidades gubernamentales) pueden incorporar elementos de capacitación destinados a desarrollar las habilidades de emprendedores en potencia, que cuenten ya con experiencia previa en el mercado laboral, pero con educación formal insuficiente.
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Mayor información en: “Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?” por Eduardo Lora y Francesca Castellani
Esta columna fue originalmente publicada en el Blog Ideas que Cuentan del Banco Interamericano de Desarrollo BID.
This analysis highlights the complexity of entrepreneurship in Latin America and the need for inclusive policies that promote equal opportunities for all.