Por Ana R. Rios.- Cada mañana cuando disfruto de una taza de café, veo más allá de la bebida que estoy tomando y cómo ésta poco a poco me ayuda a despertar. Así como logra en mí efectos placenteros, también pienso que este cultivo además de ser fuente de ingresos, tiene profundos impactos sociales y culturales en las vidas de millones de personas en la región
Económicamente el café contribuye en algunos casos hasta en más de una quinta parte del producto interno agrícola y emplea una proporción considerable de la mano de obra de muchos países de la región. América Latina y el Caribe contribuyen a una cantidad mayor al 50% de las exportaciones mundiales de café.
Hoy viene a mi mente la imagen del productor que día a día trabaja en el campo, con una serie de sueños y proyectos aunados a este cultivo. Recuerdo la historia de una productora en Colombia que se inició en el cultivo por uno de los azares del destino, sin conocimiento ni preparación alguna y llegó a formar una asociación de productoras.
Y es que el café constituye una fuente primordial de ingreso y empleo principalmente para agricultores de subsistencia. En Centroamérica y México más de cuatro millones de personas (equivalente aproximadamente a la población de Costa Rica) dependen directamente de la producción de café para su sustento mientras que la producción, compra y procesamiento de este cultivo emplea a más de ocho millones de habitantes. Por su parte, la fuente principal de la producción de café son pequeñas fincas en términos de área total sembrada y número de productores.
Por esta razón es que en Colombia, esta productora pudo organizar a las mujeres y darles una oportunidad de empoderamiento y cambio en sus ingresos. En esa finca aprendí a ver la cara humana del café y a valorar aún más el esfuerzo y dedicación de estos productores.
También pude conocer de primera mano la preocupación de los productores por los efectos que el cambio climático ha tenido en sus cosechas y el riesgo que supone para su producción. En el campo constaté que el aumento de temperatura, los cambios en los patrones de precipitación, la mayor intensidad y frecuencia de eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones son factores que contribuyen al desplazamiento del cultivo, mayor incidencia de plagas y enfermedades así como reducción en la productividad. Por ejemplo, el área óptima para la producción de café en Centroamérica se reducirá en más de la mitad en los próximos 35 años, desplazándose cada vez hacia áreas con mayor altitud. El brote fuerte de roya que causó que se declarara el estado de emergencia en varios lugares ha sido atribuido a cambios climáticos.
Y es por eso que hoy recuerdo las palabras de esta productora en Colombia, palabras llenas de enseñanza −aquella sabiduría que se gana al estar en el terreno y vivir en carne propia los desafíos− indicando que la problemática que estamos viviendo se deriva por el irrespeto hacia la naturaleza y la falta de apreciar todas sus bondades, ya que necesitamos cuidar y proteger nuestros recursos. Allí encontré un gran motor para seguir apoyando esfuerzos dedicados a reducir los impactos del cambio climático y a recordarme que una taza de café, no es sólo una simple infusión, sino es el esfuerzo de varios seres humanos que trabajaron para que yo la pueda disfrutar.
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Esta columna fue originalmente publicada en el Blog Hablemos de Cambio Climático del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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