Hace ya más de 15 años que trabajo el tema de la violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe. Cómo un economista terminó ahí es otra historia que a lo mejor algún día me animo a contarles. Ya en ese entonces, y desde mucho antes, era un fenómeno que afectaba a millones de mujeres en todo el mundo, de toda clase social o de raza. Otra cosa es que se hablase de él.
Por entonces no existía el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, los datos eran prácticamente inexistentes y, por tanto, también los recursos al alcance de las víctimas. Era un tema privado, no de política pública.
En estos años algunas cosas no han cambiado. Los roles de género siguen sustentando esta violencia, su carácter sigue siendo global, y sigue siendo el principal tipo de violencia que sufren las mujeres (1 de cada 5 en la región).
Afortunadamente, otras muchas cosas sí han cambiado. Personalmente he visto un cambio monumental en la actitud de los gobiernos. Hoy la violencia contra las mujeres está en las agendas políticas y existe una creciente coordinación entre los gobiernos y las organizaciones de mujeres.
Hoy sabemos que se trata de un problema complejo, con factores que operan a nivel de sociedad, comunidad y del hogar y que aumentan el riesgo de que una mujer sufra violencia. Sabemos que son necesarias respuestas multisectoriales e integrales, por eso el BID está focalizando sus esfuerzos en cuatro áreas:
1. TRABAJAR CON LOS JÓVENES: Es una parte muy importante en esa respuesta, trabajar con la juventud y romper el ciclo de violencia, que pasa de padres a hijos. Cuestionar el modelo de masculinidad violenta y transformar las normas comunitarias es esencial y programas como H y M o IMAGE están dando resultados prometedores.
2. MÁS Y MEJORES SERVICIOS. Otro pilar básico es proveer servicios de calidad a las mujeres sobrevivientes de la violencia. Un economista diría que este enfoque es necesario, pero no suficiente: sólo estamos poniendo un parche a la herida. Y aquí necesitamos crecer e innovar, ya que la gran mayoría de respuestas gubernamentales y de la sociedad civil se centran en atender las necesidades más inmediatas -apoyo psicológico, médico, legal-. Necesitamos además ofrecerles a las mujeres sobrevivientes opciones de empoderamiento económico para que puedan salir adelante sin depender de su agresor. Un maravilloso ejemplo de cómo hacer estao, bajo un solo techo, es Ciudad Mujer.
3. INCLUIR LA VIOLENCIA DOMÉSTICA EN LAS AGENDAS DE SEGURIDAD CIUDADANA. Las cortes y las fuerzas policiales necesitan aprender a tratar los casos con profesionalidad y a las mujeres con dignidad. Pero es más: la violencia contra la mujer genera otros tipos de violencia, como la juvenil –los estudios demuestran que los hijos que presencian violencia contra su madre son más propensos a tener una conducta delictiva-, por eso prevenir la violencia contra las mujeres es prevenir también otros tipos de violencia.
4. MONITOREAR LO QUE FUNCIONA. Es necesario que organizaciones como el BID generen evidencia de lo que está pasando, de lo que se hace para enfrentarlo, de lo que funciona y de lo que no y así mejorar las respuestas.
Hace ya casi 10 años realicé un mapeo de qué se hacía en Latinoamérica en violencia de género. Escribimos entonces que “el reto no es sólo crear conciencia, si no mantener un compromiso a largo plazo para afrontar la violencia de género como un impedimento para el desarrollo económico, un problema de salud pública y una violación de derechos humanos”.
Este desafío sigue vigente, pero afortunadamente cada vez son más las personas que lo asumen como propio. Y hoy, 25 de noviembre, es un magnífico día para ratificar nuestro compromiso con el fin de la violencia contra las mujeres.
Andrew Morrison es Jefe de la División de Género y Diversidad, en el Sector Social del BID
Este texto fue publicado originalmente en el blog Sin Miedos, de seguridad ciudadana del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). @BID_Seguridad