Las organizaciones nunca antes han tenido en su poder tanta información para la toma de decisiones como la que tienen hoy en día y seguramente acumularán aún más información en los meses y años por venir. De acuerdo a la firma IDC, una empresa de inteligencia de mercado a nivel mundial, se han creado más datos en la última década que en toda la historia de la humanidad y el volumen de crecimiento de los datos se incrementa 60% anualmente. Las implicaciones de este dramático crecimiento de la información son cruciales en las actividades de cualquier organización y deben considerarse en la planeación estratégica y operacional.
Existen varios factores que generan este crecimiento de los datos, incluyendo el incremento en el uso de formatos “enriquecidos” como el audio, video y los medios sociales, así como los requerimientos de información para poder brindar servicios 24X7 y la tendencia cada vez mayor de contar con colaboradores remotos, los requerimientos regulatorios y el uso de dispositivos móviles. Todo lo anterior genera información que debe ser almacenada y compartida no importando donde se encuentra la persona o el proceso que la requiere.
Los líderes necesitan tomar en cuenta los desafíos y los peligros de no gestionar eficientemente toda esta información. La gestión de la información se ha vuelto costosa y compleja, tanto por la infraestructura tecnológica requerida para soportar el crecimiento, como por la aplicación de mejores prácticas a utilizar. Por ejemplo, las organizaciones ahora enfrentan multas severas por no proteger debidamente la información confidencial de sus clientes, o por no producir información a tiempo cuando se enfrentan a alguna acción legal.
Aun cuando la información es gestionada adecuadamente, ésta debe ser utilizada en formas que beneficien a la organización y que le permitan obtener el mayor valor de la misma. No lograr esto puede resultar fácilmente en la pérdida de oportunidades de negocio al no identificar nuevas tendencias en el comportamiento de los clientes, o a retrasos en la aplicación de políticas de precios para reaccionar contra la competencia, o a ser incapaces de proporcionar información de valor a los tomadores de decisiones para reaccionar rápidamente a los cambios del mercado.
Las organizaciones deben estar conscientes de que tener más información no es garantía de que tomarán mejores decisiones o que ejecutarán sus operaciones más eficientemente. Sin los procesos para almacenar, gestionar y analizar la información, pueden verse impactadas negativamente en sus operaciones porque sus sistemas y procesos se verán abrumados con datos de todo tipo. Esta sobrecarga de información puede afectar al negocio y generar cuellos de botella que limitan el número de transacciones en un periodo dado, resultando en la insatisfacción de los colaboradores y de los clientes.
Las organizaciones y sus líderes, así como los responsables de la estrategia tecnológica, deben reconocer el hecho de que la información crece día con día y es un activo para el negocio y que deben coordinar sus esfuerzos colaborando más de cerca para asegurar que esa información está debidamente gestionada para aprovechar todo su potencial.
Es evidente que todo esto requiere, además de una estrategia tecnológica, contar con procesos robustos que aseguren que la organización podrá incorporar eficientemente nuevos formatos de información (realidad virtual, imágenes en 3D, eBooks, etc.), así como identificar cuáles son las implicaciones de no contar con las herramientas y procesos que faciliten la toma de decisiones en todos los niveles de la organización.
Existen empresas, como IDS, que utilizan la tecnología para apoyar al negocio y que pueden apoyarle en estructurar una estrategia para la gestión eficiente de los datos corporativos utilizando las mejores prácticas.
Redactado por: Fernando Martin del Campo
Director Ejecutivo IDS de Centroamérica