Cristina Mateo, Associate Dean, IE School of Architecture and Design
“Hay un punto del que equidistan el dolor y la alegría pasado el cual, duelen más que alegran las tuyas, las mías, las espinas.
No hay nada triste en ellas. No hay dolor en las cosas.
Es la mirada. Mantenga la distancia”
La Distancia, Félix Valdivieso
Un 85% de la población afectada por el Covid-19 vive en áreas urbanas. A su vez, más del 80% de la fuerza de trabajo global se ha visto afectada por el confinamiento de una manera total o parcial. Eso nos ha hecho poner el ojo en las ciudades como focos de contagio, cuya normalidad Post-Covid 19, especialmente debe orquestarse mediante medidas que buscan preservar la llamada distancia social.
En el pasado, la población de las ciudades fue capaz de responder a las pandemias trasladándose a la periferia, pero recientemente muchas de nuestras ciudades rehabilitaron los cascos históricos, los “downtowns”, para convertirse en zonas atractivas para vivir, salir, trabajar, en un paradigma urbano que hacía que el factor aglomeración, al ahorrar recursos de infraestructura, y favorecer los intercambios sociales, fuese un modelo deseable, al combinar la esencia de lo urbano, la interacción, con la eficiencia de recursos. Sin embargo, con el COVID-19, todo esto ha quedado cuestionado ¿son las ciudades tal y como las conocíamos, seguras y saludables para vivir?
Decía el sociólogo Richard Sennet, que en estos momentos de pandemia, toca a los arquitectos dar con esa fórmula maestra que permita la densidad, y la distancia física. El equivalente de los patios chinos: los shikumen.
¿Qué medidas estamos viendo a este respecto en las distintas ciudades, ahora que estamos desde hace algunas semanas planteando un retorno a un “nuevo normal”? ¿Cómo varían las propuestas en las distintas ciudades del globo?
Partamos de un hecho, y es que el espacio y la distancia son una construcción social, y por ello, hablar de la distancia social como una medida de protección, significa hablar de la distancia física a la que estamos a salvo de la propagación del virus, no de distancia social, aunque ambas sean asimilables. De hecho, recientemente la OMS ha cambiado la terminología para empezar a usar el término distancia física que alude exclusivamente a la necesidad de mantenerse a distancia en metros, pero mantener el contacto, y los lazos sociales.
El concepto de distancia social procede de George Simmel (1858–1918), un sociólogo alemán que fue quien primero habló de la experiencia de la vida social en la ciudad en base a la distancia. El fue quien definió la distancia social como una forma de preservar el necesario anonimato en las urbes de finales del siglo XIX, y de algo todavía más importante para definir la experiencia de lo urbano, de la figura del extraño, alguien que en toda sociedad existe y que es alguien próximamente físico, pero socialmente lejano.
En nuestra cotidianeidad global urbana hay iniciativas que buscan resolver esta noción de distancia física, que van desde marcadores gráficos, efectivos en ciertos entornos como colas o salas de espera, señalización esquemática o ambiental para espacio no estructurado, donde las personas se mueven de manera aleatoria: calles etc, pero también hay medidas implantadas en apoyo de colectivos de interés: hosteleros, ciudadanos… Aquí hay una pequeña selección:
Nueva York: Aceras más amplias
En Nueva York Meli Harvey, una arquitecta experta en diseño computacional, identificó gráficamente que apenas era posible mantener la distancia física reglamentaria, si uno iba caminando. Esto era especialmente acuciante en Brooklyn o en el distrito financiero, ya que cuando se hizo la planificación urbana de esas zonas, se priorizaron ante todo los vehículos: https://www.nbcnews.com/news/us-news/urban-planner-mapped-every-nyc-street-showing-it-s-extremely-n1189936
Vilnius: el espacio público como un gran café al aire libre
La capital lituana, ha decidido asignar sus espacios públicos, a bares y cafeterías, para alentar la reapertura de restaurantes bajo las medidas de distanciamiento físico requeridas. Así, ha convertido el espacio al aire libre en una gran cafetería al aire libre. A principios de Mayo ha permitido la reapertura de casi todas las tiendas, lo que ha conllevado que los restaurantes y cafés pongan sus mesas fuera, de forma gratuita, para apoyar a los propietarios de bares y restaurantes y garantizar el distanciamiento físico, mientras se respetan las medidas de seguridad: separación de al menos 2 metros, y todos con masacrillas.
Milán.
La ciudad de Milán ha anunciado su plan Strade Aperte o plan de «calles abiertas» para favorecer a los peatones y ciclistas sobre los automóviles. Para reducir el uso del automóvil, el área de Lombardía va a reutilizar 35 km de carreteras durante el verano, después del bloqueo del coronavirus, transformándolas en calles amigables para el peatón.
Esta iniciativa comienza en mayo y busca que una de las principales arterias comerciales de la ciudad de Mlán, Corso Buenos Aires, pase de una movilidad rápida a una lenta. El tramo, de 8 km tendrá un nuevo carril bici y aceras más amplias.
Diseñadores y arquitectos:
El diseñador Umberto Menasci ha diseñado una serie de estructuras para garantizar la visita a la playa, de forma segura. Y es que a medida que se acerca el verano muchos países que se han visto gravemente afectados por la pandemia de COVID-19, tienen que dar solución a la experiencia de las zonas costeras en el verano 2020. Su solución es ‘SafeBeach´, que combina áreas divididas para relajarse, con estrictas medidas de distanciamiento. El proyecto tiene como objetivo permitir que la gente pueda visitar la playa de forma segura.
Por su parte, otro estudio de arquitectos, HUA HUA Architects, ha imaginado un uso nuevo para los espacios públicos. El programa Gastro Safe Zone tiene como objetivo apoyar los negocios gastronómicos estancados, mediante la regulación de la comida al aire libre y asegurando las medidas de distanciamiento social requeridas. El primer prototipo del estudio ya se ha instalado en las calles de Brno, en la República Checa.
Por su parte, en México se han inventado la figura de una heroína con super poderes, Susana Distancia, cuyo nombre funciona como un juego de palabras “su-sana distancia”, alguien que cuando extiende sus brazos crea un espacio de 1,5 metros que hace que se mantenga la distancia reglamentaria. En Tailandia son más prácticos, y marcan la distancia en los ascensores, que son espacios muy reducidos, haciendo que cada usuario mire a una esquina distinta. Tal vez no se mantiene la distancia física reglamentaria, pero sí la social y simbólica, ya que los cuatro que montan, se hacen inmediatamente extraños, al darse la espalda. En Karachi (Pakistán) al igual que en Nairobi (Kenia) la forma de mantener esta distancia física en las colas, es marcando con tiza círculos y rectángulos en el suelo.
La necesidad de una fórmula urbana que aúne seguridad y preserve la capacidad social es importante. Previamente al Covid 19 tanto Bogotá como París, denominadas, “ciudades de 15 minutos”, planteaban un modelo urbano en el que todo lo que se hacía diariamente era accesible en 15 minutos. Más que de distancia, se hablaba del tiempo que se tardaba en llegar a lo que a la gente le importaba. La ciudad de Panamá por su parte, tiene una política tan restrictiva de confinamiento, que la distancia física está garantizada, ya que hay toque de queda entre las 9 de la noche y las 5 de la mañana.
Evidentemente, la forma de plantear una economía a 1,5 metros autorregulada, donde cada ciudadano mantiene una distancia como plantean Los Países Bajos es otra medida estratégica de gran calado, que tal vez está aquí para quedarse, sin saber todavía las consecuencias sociales. La distancia física es determinante, pero no a expensas de perder el contacto social.
Sin embargo, no podemos olvidarnos que hay problemas más acuciantes. Por ejemplo, más de la mitad de la población en América Latina trabaja en la economía informal: vendedores callejeros, músicos, etc. son gente que debe salir diariamente y mantener a numerosos miembros de la familia. A su vez, a mucha gente le hace falta una vivienda robusta con agua corriente, a la que 34 millones de personas de la región no tienen acceso, la contra campaña de 62 organizaciones y 207 activistas/académicos: #ParaQuedarteenCasaHayQueTenerUna, reivindica justo esto.
Miremos más allá de la mal llamada distancia social.
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