Por Luis Eduardo Flores* y Nahuel Oddone**
Pocos son los instrumentos que permiten una visión holística de la economía como la matriz insumo-producto (MIP). Wassily Leontief, ganador del premio nobel de economía en 1973 y “padre” del análisis insumo-producto, define este enfoque como: “(una) adaptación de la teoría del equilibrio general al estudio de la interdependencia cuantitativa que existe entre aquellas actividades económicas que guardan entre si una relación recíproca, cuyo propósito es analizar y medir las relaciones existentes entre los diversos sectores de producción y consumo que integran la economía de una nación[1]”.
La MIP es un cuadro de doble entrada que muestra las relaciones productivas que guardan los sectores de la economía de un país entre sí; de esta manera, se puede entender la demanda de productos (insumos) que un sector realiza a todos los demás sectores, de sí mismo, y de las importaciones, para poder cumplir su cuota de producción, la cual a su vez servirá como insumo para otro sector. Este ejercicio que permite conocer la complementariedad entre sectores puede extenderse a nivel regional y analizar la complementariedad intersectorial entre los países de la Región SICA.
El análisis insumo-producto puede ser utilizado para descubrir patrones óptimos de asignación de distintos recursos, técnica que ha sido considerada aplicable tanto a problemas micro como macroeconómicos[2]. Sin embargo, este enfoque de análisis es popularmente conocido por abordar problemas macro vinculados con la planificación económica.
Las Naciones Unidas a través del desarrollo del Sistema de Contabilidad Nacional, se han encargado de adaptar –y desarrollar— la MIP por medio de los Cuadros de Oferta y Utilización (COU). Estos últimos, en su idea más intuitiva presuponen un equilibrio entre la oferta y la demanda, elemento indispensable de todo sistema de contabilidad nacional.
Ejemplo de ello es la creación del Eurostat: Manual de Cuadros de Oferta y Utilización e Insumo-Producto en 2008, manual que pretende fortalecer la contabilidad nacional de los países de la Unión Europea por medio de la elaboración de los COU y MIP, a fin de que estos puedan ser utilizados en el análisis económico, además de consolidar una cultura de información y del conocimiento económica y fortaleciendo el proceso de integración por medio de la armonización de medidas contables supra-nacionales. A partir de este tipo de esfuerzos en el tratamiento de información cuantitativa, el análisis económico ha podido llegar de manera más “exacta” a examinar el comportamiento de los agentes individuales y sus relaciones subyacentes, otorgando mayor rigurosidad al análisis microeconómico, principalmente a nivel de industria y producto[3].
Cabe resaltar que, uno de los principales aportes del Manual de Eurostat es la obtención de la MIP a partir de los grandes agregados macroeconómicos, los cuales se vislumbran en los COU, por lo que es posible obtener la estimación de la MIP año con año a partir del COU[4].
Esta disponibilidad de información garantiza un instrumento esencial para la toma de decisiones en materia de política económica, desde el diseño de meta objetivos -como una meta de crecimiento-, hasta políticas industriales específicas encaminadas a desarrollar una cadena de valor determinada. Para ello el análisis insumo producto ofrece una gran gama de aplicaciones analíticas, a ser los más conocidos los coeficientes de eslabonamiento y multiplicadores.
En América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha contribuido con la asistencia técnica para el análisis de diferentes matrices de insumo-producto nacionales, así como para América del Sur de manera conjunta con el Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (IPEA) de Brasil. De hecho, actualmente la CEPAL está realizando un ejercicio de análisis de una MIP latinoamericana para identificar los encadenamientos o eslabonamientos regionales.
Siguiendo los conceptos planteados por Abelardo Mariña Flores (1993) los coeficientes de eslabonamiento registran el grado de articulación intersectorial, mientras que los multiplicadores asociados a dichos eslabonamientos de producción, cuantifican los impactos potenciales de cambios en la demanda final o en la disponibilidad de insumos sobre la producción bruta[5]. De esta manera, los hacedores de políticas públicas pueden trazar hojas de rutas concretas para destinar esfuerzos institucionales y recursos hacia el fortalecimiento de industrias o productos con capacidad de arrastre, promoviendo el crecimiento económico por medio del desarrollo de todos los actores del proceso productivo.
Las cadenas regionales de valor se basan en procesos de encadenamiento en donde participan dos o más países con afinidad productiva, cercanía territorial o complementariedad comercial. Es decir, existe articulación productiva regional a partir de la integración de los diferentes eslabones entre los países (eslabonamientos o encadenamientos). En ese sentido, el Consejo Directivo propuso adoptar como definición de articulación productiva: “las políticas que promueven acuerdos colaborativos entre los agentes económicos, con el fin de aumentar la competitividad de las empresas mejorando las condiciones de su entorno” a través del fortalecimiento de cadenas regionales de valor. La Agenda Regional MIPYME y la Estrategia Regional de Articulación Productiva MIPYME de CENPROMYPE ofrecen un espacio óptimo para el diseño y ejecución de políticas públicas armonizadas.
Un elemento clave para el desarrollo inclusivo en la región SICA es la consolidación de un marco institucional de políticas públicas orientadas a fortalecer la articulación productiva regional que incluya la mejora de las condiciones generales de las MIPYME a partir del fortalecimiento de sus capacidades. En este sentido, una gobernanza regional que reconozca que en materia de intereses económicos y de complementariedad productiva, muchas veces existen diferentes intereses nacionales, por momentos contrapuestos, que logran sintetizarse en una estrategia cooperativa que reúne actores, instituciones y territorios bajo una meta común o complementaria de desarrollo productivo. Los análisis de MIP son fundamentales para comprender y estimular la complementariedad y articulación productiva regional sobre la base de la creación de nuevas oportunidades de comercio, sobre todo de bienes intermedios, que consoliden procesos de escalamiento que permitan la transición hacia actividades de mayor complejidad tecnológica que al mismo tiempo permitan mejoras en los entornos inmediatos de las MIPYMES insertas en las cadenas regionales de valor.
* Maestrando en Ciencia Política / UCA.
**Asesor Regional de Entorno de Negocios de CENPROMYPE.
[1] Leontief, W., 1970. Análisis Económico Input-Output. Barcelona: Gustavo Gili S. A.
[2] Roll, E., 1978. Historia de las Doctrinas Económicas. Segunda ed. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
[3] Un COU es bidimensional, del lado de las filas se ubican los productos de la economía, mientras que en las columnas están las industrias o sectores. Es completamente natural en este caso que el número de filas sea mayor al número de columnas, sin embargo, para el caso de El Salvador los COU son cuadrados, es decir poseen el mismo número de filas que de columnas. A su vez, la MIP se caracteriza por ser unidimensional, es decir tanto en filas como en columnas muestra sólo industrias/sectores o sólo productos. Para mayor amplitud ver (Flores Vásquez, et al., 2017, p. 51:65).
[4] Ver (Flores Vásquez, et al., 2017, p. 119:134).
[5] Mariña Flores, A., 1993. Insumo-Producto: Aplicaciones Básicas al Análisis Económico Estructural. Primera ed. Azcapotzalco: Universidad Autónoma Metropolitana.
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