*Daniel Rivera, director de proyectos de desarrollo social en CAF –banco de desarrollo de América Latina
Aunque en los últimos años América Latina ha logrado avances significativos en cuanto a la escolarización de niños y jóvenes, todavía quedan varios aspectos a mejorar para que los países de la región cuenten con sistemas educativos de primer nivel. Y entre ellos, el mayor desafío que hoy enfrentamos es mejorar la calidad y la pertinencia de la educación.
Garantizar aprendizajes apropiados y de calidad para la vida es una tarea difícil por la multiplicidad de variables que intervienen en el desarrollo de niños y jóvenes, los intereses contrapuestos, la sensibilidad política, la visión de corto plazo y una pesada inercia que suele dificultar las reformas.
Frente a este desafío, CAF, como banco de desarrollo, tiene el compromiso de apoyar la formulación de políticas y la financiación de proyectos educativos. Pero más importante aún, de asesorar a sus países miembros en la selección estratégica de sus prioridades de intervención, sobre qué variables intervenir y de qué manera, en dónde concentrar esfuerzos, y cómo ampliar las oportunidades y mejorar las condiciones de la vida de las personas. Con este propósito, la Agenda Educativa de CAF para el periodo 2017 – 2022 ha definido la pertinencia de la educación como uno de sus ejes estratégicos para garantizar una educación de calidad.
Varios informes coinciden en afirmar que la crisis actual de la educación en la región no tiene tanto que ver con la falta de escolaridad, sino una crisis de aprendizaje: una vez que los niños y jóvenes consiguen llegar a la escuela o a la universidad, la mayoría aprende poco, y lo poco que aprenden les resulta de escasa utilidad para desenvolverse en el mundo y desarrollar su potencial. Un estudio del Diálogo Interamericano y CAF (2018), y otro del Banco Mundial (2017), muestran ejemplos bastante ilustrativos en este sentido.
Cada día, 1500 millones de niños y jóvenes en el mundo asisten a la escuela. Sin embargo, de esos 1500 millones de estudiantes, 250 millones no están en capacidad de leer siquiera una frase elemental, aún después de varios años de escolaridad. El resto de ellos tampoco tiene todo el camino hecho, Brasil, por ejemplo, ha logrado mejorar las habilidades de los estudiantes de 15 años, pero el ritmo de avance es tan lento, que les tomaría 75 años alcanzar la puntuación promedio en matemáticas de los alumnos de países con mayor nivel de ingreso (Naim, 2018).
En este contexto, se hace evidente la necesidad e importancia de balancear lo que en educación es tradicionalmente considerado como “pertinente” con aquello que, por oposición, podría ser considerado como no pertinente, o no relevante.
Vale la pena retomar una estimulante reflexión de Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes de Bogotá, sobre la pertinencia de la educación. Navas nos previene del riesgo de caer en la peligrosa confusión de asociar el concepto de “pertinencia” exclusivamente con lo utilitario, con lo que demandan los empresarios, con la rentabilidad y la competitividad, con lo eficiente y lo medible (Navas, 2013).
En este sentido, es importante que los bancos de desarrollo, al tratar con los temas de educación, no olvidemos lo esencial: la construcción de sociedades democráticas y humanas, que busquen asegurar el bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida de todas las personas.
Desde CAF consideramos que una educación pertinente es uno de los más poderosos instrumentos para formar personas capaces de pensar por sí mismas, solidarias, creativas, que puedan aportar a la transformación de la realidad y participar en la construcción de un mundo mejor.
Una educación pertinente debe considerar un universo más rico, que trascienda lo utilitario. Un universo que incluya las artes, las ciencias, la historia, la filosofía, como elementos que potencian el desarrollo de la imaginación, la curiosidad, la creatividad y el pensamiento crítico. Estas capacidades nos ayudan a entender la complejidad del mundo y a disfrutarlo de maneras diversas, a pensar cómo resolver con inteligencia y acierto los problemas y los conflictos de las sociedades sin dejarnos llevar por la fantasía de las recetas únicas o las soluciones fáciles, y a tomar conciencia de nuestra responsabilidad social y personal.
Por supuesto, esta visión de una educación pertinente no se opone a la de una educación científica y técnica de calidad. Las ciencias, la tecnología y la investigación aplicada son importantes porque aportan a la solución de los problemas y desafíos de la vida diaria de las personas. Pero una educación no puede ser considerada pertinente si se limita a formar técnicos útiles para el lucro, pero sin sentido ético y humano, sin capacidad crítica, sin imaginación ni creatividad.
Una sociedad que aspire a ser inclusiva y libre necesita promover, proteger y difundir capacidades que quizás no parezcan urgentes, pero que son trascendentales porque están asociadas con la construcción de lo colectivo, de las instituciones, de culturas, de Estados. Las sociedades necesitan escritores, historiadores, científicos y artistas, imaginadores y creadores de nuevas realidades.
Pero además, este enfoque de la pertinencia educativa, más amplio y más diverso, debe llevar impreso un sello de calidad y de excelencia en el contenido de todas las disciplinas y actuaciones que impulsen la inclusión y el bienestar de todas las personas. Siempre serán pertinentes un buen relato, un buen museo, o un buen verso.
Comienzan a asomarse iniciativas promisorias que merecen atención y respaldo. Un ejemplo interesante es el Programa Construye T, en México, que define e incluye como parte fundamental del currículo formal del Nuevo Modelo Educativo de las escuelas públicas de educación media, el desarrollo de 5 habilidades para todos los estudiantes: autoconocimiento; conciencia social; auto-regulación; toma de decisiones; y perseverancia.
En su ensayo Educación para el lucro, educación para la libertad (2015) Marta Nussbaum sostiene que si una nación quisiera promover una democracia humana, dedicada a la promoción de oportunidades para la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, necesitará esforzarse por asegurar que todos sus ciudadanos defiendan y pongan en práctica al menos tres valores y habilidades: La capacidad de autocrítica y el pensamiento crítico, la capacidad de pensar en el bien de la Nación como un todo, no sólo en función del propio grupo local, y el respeto por la diversidad.
Estas son solo algunos de los temas en los que deberemos incidir y reflexionar, con la finalidad de lograr mejores resultados en la educación y un mayor impacto en el bienestar y en la vida de los niños y jóvenes de la región.
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