*Susana Pinilla
Cómo no recordar y agradecer en cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, el persistente, doloroso y silenciado esfuerzo de miles de mujeres valientes y sacrificadas del mundo que a través de la historia lucharon por conseguir mejores condiciones de vida y un trato cotidiano y legal igualitario en la sociedad.
Y cómo no celebrar también los logros alcanzados, porque haciendo un poco de historia, debemos reconocer que la situación de la mujer en el siglo XXI es bastante superior a la de aquellas de tiempos pasados en determinadas regiones y culturas, donde se dudaba si teníamos “alma” (si éramos seres humanos para la cultura occidental) y donde no teníamos posibilidades de expresar opinión ni tener voz propia, y menos capacidad de acción independiente, como ejercitar el voto.
¿Cuál es el la situación de hoy? ¿En qué hemos avanzado y qué nos queda por hacer?
Un breve repaso de los avances en los tres ámbitos esenciales de desarrollo de la vida humana: el ámbito familiar (reproductivo), el ámbito económico-laboral, y el ámbito socio-político, nos muestra que las mujeres hemos realizado un gran esfuerzo por ingresar y desempeñarnos en los ámbitos histórica y tradicionalmente masculinos.
Se estima que más de 70 millones de mujeres se incorporaron al mercado laboral en América Latina en los últimos 20 años, lo cual redujo en 30 % la pobreza extrema de la región. Además, el PIB de la región puede aumentar en más del 14 % al año 2025 cerrando la brecha en equidad de género.
Sin embargo, de acuerdo a ONU Mujeres, la mayor incorporación laboral de las mujeres a nivel mundial se da en los sectores de servicios (61.5 %), agricultura (25%) e industria (13.5%). Ello se debe a que los sectores de servicios y agricultura se pueden llevar a cabo con escasa inversión de capital, lo que a su vez genera trabajos de subsistencia con bajos ingresos, pero de mucha flexibilidad de horario, lugar de trabajo, exigencias formación; por lo que se presta a la elección de las mujeres de hogares en condición de pobreza que no disponen de recursos y requieren compartir sus responsabilidades domésticas.
Tal como lo propugnan los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030, es fundamental impulsar el acceso al trabajo decente de las mujeres, mayor presencia en profesiones exigentes de la industria, el arte, la función pública, la agricultura moderna, la ciencia, y especialmente de las nuevas tecnologías digitales en las tendencias de la globalización; y empoderarlas para asumir funciones directivas ya que solo el 4% de los cargos de dirección general de empresas incluidas en la lista de Fortune 500 son ejercidos por mujeres.
Se requieren políticas corporativas de apertura a las mujeres en el sector privado y en el público para lograr influencia en las instituciones y las políticas públicas que determinan el crecimiento y el desarrollo.
Contrastando con la capacidad de liderazgo, de ser agentes de cambio, y derecho a participar por igual en la gobernanza democrática y en la construcción de ciudadanía, según estudios de ONU MUJERES. Solo el 25 % de los escaños parlamentarios son ejercidos por mujeres a nivel mundial.
Tres tipos de obstáculos ha sido detectados: las barreras estructurales creadas por leyes e instituciones discriminatorias; exigencias de capacidades de educación, contactos y recursos necesarios para convertirse en líderes eficaces; y la dificultad de compartimiento de roles domésticos cuando los hijos son niños o adolescentes.
Es sumamente difícil y complejo para mujeres madres trabajadoras, asumir funciones de tiempo completo como lo exige el liderazgo político. Las mujeres que participan en política, lo hacen generalmente a la edad que terminaron su etapa reproductiva y de crianza de hijos; o no tienen responsabilidades domésticas.
A modo de autocrítica debemos preguntarnos: ¿son nuestros patrones de educación y de conducta familiar coherentes con nuestros postulados? Es cierto que las prácticas machistas están muy generalizadas, pero ¿qué estamos haciendo para erradicarlas de nuestros hogares y evitar que nuestros hijos e hijas vayan a reproducirlas en los suyos?
El rol reproductivo de la mujer y las niñas marca la vida de manera más evidente en áreas rurales, en comunidades indígenas y en zonas peri-urbanas de menores recursos y falta de acceso a servicios básicos, donde se invierte gran dedicación de tiempo y esfuerzo físico en las tareas domésticas, como cocinar, acarreo de agua y leña, elaboración y lavado de ropa, cuidado de hermanos menores, ancianos y enfermos, lo que dificulta su acceso a educación, trabajo remunerado y participación y liderazgo en la vida comunal.
Los índices de pobreza están asociados a estas mujeres y niñas cautivas en el ámbito doméstico: desnutrición crónica infantil y materna, mortalidad y morbilidad, analfabetismo, baja escolaridad, escaso o nulo uso digital viviendas precarias, sin agua y saneamiento, ni electricidad con cocinas a leña. La violencia familiar, la violación, la mendicidad y el trabajo infantil afectan principalmente a las mujeres y las niñas. Son las más golpeadas por los desastres naturales y el cambio climático. Ello conlleva a concluir que la pobreza en América Latina y en el mundo tiene rostro femenino, infantil e indígena.
Ante esta situación, si bien la agenda a realizar en los ámbitos económicos laborales y en los ámbitos sociales y políticos es fundamental, la solución está en empezar por casa. Con las actividades mas sencillas pero de profundo significado debemos educar a nuestros hijos y a las nuevas generaciones en el compartimento de roles domésticos y en la erradicación de la violencia.
Hagamos un esfuerzo consciente y responsable de educar a nuestras parejas y con ello a nuestros hijos y a las nuevas generaciones en el compartimiento con amor de roles domésticos: dar el biberón, cambiar pañales, bañar al bebe, acompañarlos a dormir, contarles cuentos y otras muchas tareas.
Es imprescindible que la pareja asuma responsabilidades impartidas en el hogar para enseñarle a los hijos varones y mujeres a hacer su cama, lavar ropa, cocinar, barrer, limpiar casa, cuidar a los hermanitos y abuelitos de manera igualitaria. Debemos tener el derecho de inducir a nuestras hijas a perder el temor a actividades de esfuerzo físico, impulsándolas al deporte, al contacto con actividades de riesgo controlado y a la familiarización con todo tipo de información que las estimule a descubrir nuevos horizontes y escoger carreras menos tradicionales, inculcando espíritu empresarial y capacidad de liderazgo.
Las grandes soluciones empiezan por casa.
*Susana Pinilla es directora representante de CAF en Panamá
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