Por Ubaldo Elizondo, experto en cambio climático de CAF –banco de desarrollo de América Latina-
Escribo estas líneas desde uno de los recintos de la COP21 de París, donde se respira la esperanza que probablemente despierten todas las grandes cumbres globales.
Pero esta vez, rodeado de líderes internacionales, ambientalistas, reputados expertos y científicos de primer nivel, la sensación de estar a las puertas de un momento histórico está más que fundada: todos los países tienen hasta el 11 de diciembre para alcanzar un acuerdo mundial que permita reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que la temperatura del planeta suba por encima de los 2 grados centígrados para 2100.
En otras palabras, si no actuamos ahora, durante los próximos años estaremos expuestos a las peores consecuencias del cambio climático.
Por eso la COP21 debe asentar las bases de un mundo menos dependiente de los combustibles fósiles -los más contaminantes- que sitúe a las cuestiones ambientales en un lugar destacado en las agendas públicas de todos los países.
En el caso de los países latinoamericanos, la situación cobra, si cabe, más premura. A pesar de ser responsable del 12,5% de las emisiones globales, América Latina estará entre las regiones más afectadas por el cambio climático.
Entre los efectos más devastadores que se proyectan para la región se encuentran los siguientes:
Por estas razones, la región debe mirar con interés y preocupación todo lo que sucede en París durante estas semanas, en la que está llamada a ser la cumbre climática más importante de la historia.
Adaptar y mitigar
A estas alturas, cuando la huella del cambio climático ya puede apreciarse en desastres naturales más intensos, en sequías más letales o en el paulatino aumento del nivel de los océanos, América Latina deberá centrar sus esfuerzos en dos terrenos: el de la mitigación y la adaptación.
En cuanto a la adaptación, la región ha registrado avances, pero independientemente de lo que suceda en París deberá incidir en medidas como las que presento a continuación:
Estas medidas deberán ir acompañadas de las relacionadas con la mitigación, que pueden resumirse en las siguientes:
Financiación de economías menos contaminantes
En paralelo a los acuerdos de reducción de las emisiones, la COP21 deberá impulsar una transición ordenada hacia economías bajas en emisiones de carbono y resilientes al cambio climático. Y para acometer esta transición se necesitan 1.000 billones de dólares al año hasta 2050, una cantidad que requiere del compromiso de gobiernos, sector privado, organismos multilaterales y sociedad civil.
En este sentido, el Club de Bancos de Desarrollo, una red que nace en 2011 integrada por 23 instituciones financieras de desarrollo, invirtió USD 100.000 millones en 2015, cifra que lo convierten en la principal fuente de fondos para el financiamiento climático. Adicionalmente, los bancos multilaterales ofrecen seguridad a los inversores privados y han desarrollado modelos financieros que reducen riesgos asociados a programas de desarrollo sostenible.
En el caso de Latinoamérica, CAF –banco de desarrollo de América Latina-, junto al Fondo Para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), el Fondo de Adaptación y el Fondo Verde para el Clima son hoy en día referentes para financiar proyectos de adaptación y resiliencia al clima, así como generadores de conocimiento para implementar políticas ambientales con garantías.
En París tenemos la información sobre los peores efectos del calentamiento global. También sabemos qué medidas se deberían adoptar y cuánta inversión requeriría cada una de ellas. Ahora solo falta que todos los actores se comprometan –cada uno a su nivel- a un mundo más respetuoso y consecuente con el medio ambiente.